Desde que empecé en el mundo de la tecnología -hace la friolera ya de 27 años -, siempre he defendido la reducción de costes y el incremento de productividad como principales aportaciones de las telecomunicaciones al ámbito corporativo.
Sin embargo, me encuentro con muchos casos en los que se intenta meter tecnología con calzador para alcanzar estos objetivos de reducción de costes y aumento de la productividad y solucionar así problemas de la empresa. La tecnología es una ayuda para alcanzar estos fines, pero no es milagrosa y debe ir acompañada de otras acciones. Dependiendo del problema podrá ayudar más o menos a resolverlo. La tecnología es un medio, una herramienta, que ayuda y mejorar nuestras actividades.
A lo largo de la Historia las revoluciones tecnológicas se han ido sucediendo provocando grandes cambios sociales, políticos, comerciales y culturales. Desde las herramientas de hierro hasta Internet ha llovido mucho. Y, ¿qué tiene que ver un mazo o una pala de hierro con Internet? Pues mucho, ambas herramientas han supuesto una revolución cada una en su tiempo como mejoras a lo conocido hasta ese momento. El motivo fundamental: incrementar la productividad y, en consecuencia, reducir costes. No es lo mismo picar en una cantera con un mazo de hierro que con una piedra, igual que no es lo mismo mandar un e-mail que un correo por avión. Todos funcionan, pero unos mejor que otros. Y al funcionar mejor, al ser más eficientes es cuando aumentan la productividad. Herramientas más eficientes y, por tanto, más productivas.
Y esto es, ni más ni menos, lo que son las nuevas tecnologías para las empresas, un instrumento para mejorar, para ser más eficientes y, por tanto, más productivas. Sin la voluntad de mejorar estaríamos todavía recogiendo bayas en lugar de cultivar árboles frutales -y eso gracias al pulgar oponible, tecnología mérito de la evolución, sin ella… colgando de los árboles en vez de cultivarlos-.
Bromas a parte, es necesario entender que las nuevas tecnologías son un medio fundamental para alcanzar objetivos como el incremento de la productividad, pero con sentido. Y es que nos hemos encontrado en casos de dos extremos, algunas empresas queriendo adoptar tecnología exagerada e innecesariamente, y otras que la miran como si fuese un espía del KGB, más de las que deberían.
Y muchos piensan…»bueno, si es una herramienta, es algo opcional». Pues no -bueno, algún caso aislado habrá…-, pero básicamente no, porque en el momento en el que tus competidores introducen tecnologías innovadoras que les ayudan a incrementar su productividad, mientras tú te quedas con la que tenías, pierdes competitividad. Y eso es lo que acaba convirtiéndolas en imprescindibles.
Por todo ello, la tecnología y la innovación son hoy en un «mundo revolucionado» tan determinantes para mantener la competitividad y seguir existiendo. Prueba de ello la podemos ver en la misma conformación del nuevo ejecutivo español, en el que el Ministerio de Economía ha absorbido las funciones de Tecnología e Innovación, y ha adoptado el nombre de Ministerio de Economía y Competitividad. Las señales están bien claras.
Las nuevas tecnologías no son un milagro, pero nos dan una opción para sobrevivir y crecer ante la feroz competitividad, por ello son determinantes. Sin ellas, no hay opciones.