La proliferación de dispositivos móviles y las redes WiFi están creando nuevas necesidades de conectividad. Por ello muchas empresas crean redes WiFi de cortesía para satisfacer las necesidades de movilidad de clientes, socios, proveedores… ofreciendo un servicio de valor añadido muy apreciado por los usuarios invitados. Pero, ¿cómo ofrecer una red pública de estas características manteniendo la privacidad y seguridad de la red local interna?

La consumerización impulsa la creación de redes WiFi de cortesía

El impacto del auge de la movilidad podemos verlo, a pequeña escala, en los hogares. En mi casa el router doméstico llega a soportar multitud de dispositivos diferentes conectados a él: el iPod, al menos dos Nintendo, los smartphones de todos, la tableta comunitaria (porque sólo hay una), dos ordenadores portátiles, el Kindle… y se podrían añadir otros periféricos como discos multimedia, impresoras, smart TV o cámaras de vigilancia, aunque no se da el caso. Sin contar con los dispositivos de amigos y familiares que se conectan ocasionalmente.

Cuando empiezan a conectarse dispositivos WiFi al modesto router facilitado por la operadora, lo miro compasivamente pensando: «este trasto o acaba echando humo, o le salen patas y sale corriendo, o me pide un whisky«. En la realidad no llega a esos extremos, pero sí que llega un momento en que alguien grita: ¡¡reinicio Internet!! -mientras enciende y apaga el router porque ya no le funciona la conexión-. Con tanta marcha el router acaba exhausto y pide un reinicio. Imagino que es una escena familiar en muchos hogares. Es un ejemplo del impacto que las redes WiFi y la consumerización tecnológica tienen en nuestros hábitos y necesidades. Sin embargo, cuando hablamos de las redes corporativas no basta con reiniciar el router.

La tendencia inalámbrica acompañada de la proliferación de dispositivos móviles con conectividad WiFi lleva a las organizaciones a apostar, no solo por olvidarse de los cables dentro de su propia red local para facilitar la colaboración interna, sino también por ampliar sus redes para ofrecerlas como servicio en lo que se denomina redes WiFi públicas de cortesía, de invitados o de usuarios temporales.


Muchas empresas, atentas a las nuevas necesidades de conectividad móvil, ofrecen ya redes WiFi públicas de cortesía como forma de fidelización de clientes.

Cada vez la tecnología ofrece más opciones de conectarnos a Internet y no dudamos en aprovecharlas. la consumerización de la tecnología móvil y las redes WiFi amplifican las posibilidades de conectividad, ya no solo en casa y en el trabajo, sino en cualquier lugar. Como usuarios demandamos podernos conectar desde nuestros dispositivos WiFi allí donde nos encontremos, y si el acceso es gratuito mejor que mejor. Por ello empresas y organizaciones de todo tipo están creando una red pública WiFi de cortesía como un servicio de valor añadido, no sólo para mejorar la colaboración con socios o proveedores, sino también para contentar a sus clientes o invitados a un evento para fomentar su fidelización y estrechar lazos.

En mi caso prefiero ir a un dentista donde tengo WiFi gratis en la sala de espera en lugar de números atrasados de prensa rosa o de las estridentes «tertulias» vespertinas de la tele. Empieza a crearse una brecha competitiva entre las empresas con servicio WiFi para sus clientes y las que no, ¿con cuál te quedarías tú como cliente?

Estas redes públicas deben estar separadas de la red corporativa que debe estar protegida mediante un firewall. Lo único que comparten ambas redes es la puerta de enlace para acceder a Internet, el router, dónde se configura la seguridad de la red de cortesía y su grado de relación con la red local interna. La red de cortesía debe disponer de un camino independiente y controlado. Y debe configurarse para garantizar la privacidad y seguridad de los usuarios de estas redes, los invitados conectados, de forma que queden aislados unos de otros mientras navegan.

Por su parte, los usuarios de una red pública deben también cuidar de su propia seguridad, ya que las redes públicas tienen parámetros de protección más laxos. Es aconsejable disponer, además de las medidas de seguridad básicas (firewall personal, antivirus, antimalware), de un cortafuegos lo suficientemente potente como para que los demás usuarios de la red pública no puedan acceder a nuestros dispositivos ni a nuestros documentos, que podemos encriptar para aumentar su seguridad. Además podemos utilizar otras medidas de seguridad como una red privada virtual (VPN), así como seguir unas «buenas prácticas» para navegar sobre redes públicas de cortesía sin despeinarnos.

Por otro lado, las redes WiFi privadas locales deben estar también controladas. Hay que monitorizar dónde se accede, desde dónde se accede, quién lo hace, y desde qué aplicaciones. BYOD (Bring Your Own Device) es un nuevo fenómeno que debemos controlar para evitar agujeros de seguridad en las redes corporativas. Además aumenta el consumo de ancho de banda, lo que afecta al rendimiento de la «red para trabajar». WiFi sí, pero con supervisión y de forma regulada.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que para conectarnos a Internet fuera de las oficinas u hogares sólo podíamos hacerlo en bibliotecas, universidades, cibercafés o locutorios, cuando todavía estábamos «atados» a los cables. Hoy las redes WiFi se multiplican -parques, plazas, playas, edificios, quioscos, salas de espera, terminales, cafeterías, hoteles, casas rurales, peluquerías, aeropuertos, autobuses…- y llegará el día en el que en lugar de fijarnos en carteles que indican «Zona WiFi gratis», lo haremos sobre los que digan «Zona libre de WiFi».

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